Lucrecia Martel es una de las directoras latinoamericanas de mayor relevancia en nuestros días. En la última edición de los premios Óscar, su largometraje Zama –protagonizado por el mismísimo Daniel Giménez Cacho– compitió por representar a su país natal, Argentina, en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa.
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Posteriormente, fue elegida para formar parte del jurado del Festival Internacional de Cine de Venecia, uno de los eventos cinematográficos más prestigiosos a nivel internacional. Así que participó directamente en la entrega del León de Oro que Joker, de Todd Phillips, recibió en la última edición del cotejo.
Más que hacer un repaso por su trayectoria o presentar el currículum de la realizadora argentina, lo que intento decir es que Lucrecia Martel ha tenido especial ingerencia en la industria cinematográfica en los últimos años. Compitió por un Óscar, por un lado, y entregó el León de Oro a una de las cintas más exitosas de todos los tiempos.
Este despunte de su carrera no es casualidad. La directora sudamericana ha dedicado su vida a la práctica del séptimo arte. Es una mujer formada en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, de Buenos Aires, y desde sus primeros pasos como realizadora de largometrajes, se posicionó como una promesa del cine latinoamericano.
Hoy, se ha convertido en una voz autorizada para todo aquel que busque dedicar su vida a la realización cinematográfica. Por ello, les quiero presentar una clase magistral que Martel presentó en la Escuela de Cine de Uruguay en el 2018. Allí, habló de su forma de abordar la narrativa cinematográfica y se generó una dinámica de preguntas y respuestas con los asistentes.
Hasta aquí mi reporte.
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